miércoles, agosto 23, 2006

Alta Suciedad, Nunca Es Igual

Parece que no hay mal que resista mucho sueño y ayuno
nos dicen que hagamos otras cosas
y especialmente
que nos miremos ciertos líquidos
periódicamente
asíduamente.
Pero yo no conozco mal que resista a veinte horas de sueño
y un prudente ayuno
ayuno quiere decir, por ejemplo
tomar gazpacho y ajo blanco
y en invierno guisos con abundante tocino y pan.
Y darse cuenta de que no siempre que
uno piensa que se va a morir
y que está hecho polvo se muere uno
y entonces si tenemos miedo
no evitamos el dolor
pero encima lo anticipamos
quiero decir...
Para seguir viviendo a veces con tal de estar sanos
vamos a hacernos chequeos
nos preocupamos
porque nos ha salido una mancha... un dolor
nuestra meta es vivir largo tiempo
y claro en el fondo no pretendemos vivir largo tiempo
pretendemos vivir a secas
pretendemos vivir
Si uno intenta vivir largo tiempo
el día a día se puede envenenar bastante
pero si uno no intenta cuidarse tampoco es buen plan
uno confunde la valentía con la temeridad
se granjea grandes cantidades de dolor
de modo que es muy delicado.
Cuentan de Alejandro que una vez se metió
en un río tumultuoso de la India,
todo con barro
persiguiendo al ejército que peleaba con él
y que cuando iban en mitad
los caballos perdieron pie
aquellas aguas estaban heladas
y se volvió a sus compañeros y les dijo:
"me cago en la leche os dais cuenta las cosas
que tengo que hacer para que me tengais respeto?"
eso pasa poco ahora
eso pasa poco ahora.
Respeto, respeto, respeto...

miércoles, agosto 16, 2006

La Yerba Mate


Cuentan que cuando el universo era todavía joven, hubo una noche que la fue la más negra de todas las noches. Ocurrió cuando la Luna se cansó de estar en el cielo y bajó a la Tierra para conocer, bien de cerca, las cosas que veía muy chiquititas desde ahí arriba.
Todos colaboraron en los preparativos del viaje. Las estrellas le regalaron una corona para que se adornara la cabeza. Las nubes se arrancaron algunos copos para hacerle un vestido. El cielo se recortó a si mismo un pedazo para abrigarla con una capa. Y el viento le dio un empujón para que bajara a la Tierra por el tobogán de colores del arco iris. La Luna estaba tan contenta que gritaba de alegría. Subió a las montañas y corrió por las praderas. Se bañó en el río y chapoteó a orillas del mar. Trepó hasta lo más alto de los árboles y olió los distintos aromas de las flores. Y se distrajo tanto que olvidó la recomendación de sus amigos: que se cuidara de los hombres y de las bestias – le habían dicho – pues tienen la costumbre de comerse los unos a los otros.
Demasiado tarde lo recordó, justo cuando un jaguar la miraba como si ella fuera la cosa más rica del mundo.
- No sé que eres – le dijo la bestia relamiéndose -, pero pareces bastante comestible.
Afortunadamente, cuando el animal se aprestaba a saltar sobre la pobre Luna, un hombre apareció y lo espantó con el fuego una antorcha.
La Luna casi volvió corriendo al cielo, del susto que tenía, pero el hombre la tranquilizó.
- No temas, criatura, que no te lastimaré.
Y la miró como si ella fuera la cosa más rara del mundo.
- No sé que eres, extraño ser de cara pálida y redonda, pero pareces muy indefensa para andar sola por la selva. ¿Tienes algún lugar donde pasar la noche? – preguntó, y la Luna no supo que responder porque tenía, ahí en el cielo, pero aún no quería regresar.
- Si no respondes es porque no debes de tenerlo. Ven conmigo, entonces – y la Luna, muy entusiasmada, lo siguió hasta su choza.
Allí esperaban la mujer y los hijos del hombre, quienes recibieron tan bien a la extraña que ella pronto se sintió como una integrante más de esa familia. Se sentó a la mesa y devoró con ganas todo lo que le sirvieron en la cena pues, como nunca había saboreado comida alguna, ahora quería probarlo todo. Más comía, más le servían, porque parecía que a aquellas gentes les contentaba verla contenta.
Cuando se sintió tan llena que apenas podía moverse, la mujer le preparó un lugar cercano al fuego, para que no pasara frío, y la arropó con una manta.
- Esta ha sido la mejor noche de todas mis noches – pensaba la Luna, muy contenta.
Esperó a que todos se quedaran dormidos para marcharse en silencio pero, en cuanto se levantó, vio una bolsa vacía tirada en el piso. Y más allá otra, y otra más. Y entonces cayó en la cuanta de que los alimentos que habían guardado esas bolsas ahora estaban en su estómago, y que probablemente ella había comido, en una sola noche, lo que la familia necesitaba para comer muchas otras noches.
Muy avergonzada se marchó y fue lamentándose durante todo el camino de regreso al cielo.
¡Aquellas gentes habían sido tan gentiles con ella, que le habían dado hasta lo que no podían darle! ¿Cómo podría compensarlos? Pensó mucho peo, como no se le ocurrió nada, se puso triste y por la mejilla comenzó a rodarle una enorme lágrima de plata que se vertió sobre la Tierra. De pronto la Luna vio que, en el mismo lugar donde la lágrima había caído, brotaba un arbusto muy grande, salpicado de florcitas blancas.
Entonces empezó a llorar con más ganas y más fuerza para que muchas más lágrimas de plata cayeran y muchos más arbustos crecieran.
Cuando el hombre se levantó por la mañana, descubrió asombrado que su casa estaba rodeada por un sinnúmero de arbustos. Como tenía tanta hambre, intentó masticar una hoja, pero era muy dura y para ablandarla la puso a hervir. De inmediato el agua empezó a despedir un aroma tan agradable que, antes que comerla, el hombre decidió beber el líquido. Y le gustó tanto que en seguida llamó al resto de su familia para convidarlos. Y ellos, apenas terminaron el brebaje, decidieron preparar una gran jarra para compartir con todos sus vecinos.
Desde entonces a la planta que nos regaló la Luna se la conoce como yerba mate, con la que se prepara una bebida que vuelve amables a los espíritus e invita a compartir.

Adaptación de una leyenda guaraní