viernes, octubre 27, 2006

El Árbol De Los Problemas

El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una viejagranja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se daño y lo hizo perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se niega a arrancar. Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invito a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta,se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Subronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazo a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca delárbol, sentí curiosidad y le pregunte acerca de lo que lo había vistohacer un rato antes. "Oh, ese es mi árbol de problemas", contesto. "Se que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosaes segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni amis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego acasa. Luego en la mañana los recojo otra vez". "Lo divertido es", dijo sonriendo, "que cuando salgo en la mañana arecogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior".

miércoles, octubre 04, 2006

El Chacal, El Tigre Y El Hombre

Un tigre iba por un pastizal buscando alguna para llenar su gran estómago cuando, por no mirar dónde pisaba, cayó en las profundidades de un pozo.
- ¿Y ahora cómo salgo de aquí? – se preguntó aterrado.
Saltó, rugió y trató varias veces de trepar, pero lo único que consiguió fue llenarse de tierra y romperse un par de uñas. Quiso la buena fortuna que pasara por allí un anciano peregrino que oyó el desgarrado lamento del animal y, conmovido por su situación, lo ayudó a salir de aquella trampa arrojándose con su naturaleza y en cuanto estuvo en libertad, se abalanzó sobre el hombre para zampárselo de un bocado.
- Pero… ¿qué haces? – protestó el anciano -. Acabo de salvarte la vida y ¿así me agradeces?
- Una cosa no tiene que ver con la otra. Tú me salvaste la vida porque quisiste hacerlo así. Yo te voy a comer porque sencillamente tengo hambre – y se aprestó a dar la primera dentellada.
- ¡Espera! – lo detuvo el peregrino -. ¡Al menos merezco piedad! ¡Pregúntale a cualquiera si lo que pido es justo!
El tigre lo pensó unos instantes y luego accedió:
- Está bien. Si consigues tres opiniones que coincidan con la tuya, te dejaré partir. Pero si no lo logras, te devoraré antes de que puedas decir “adiós”.
Así lo acordaron y fueron juntos a interrogar a una acacia que se hallaba a unos metros.
En cuanto conoció la historia, el árbol respondió quejumbroso:
- Ah, no sé que decirte, anciano, pues mi suerte no es mejor que la tuya. Vivo dándole refugio y sombra a cuanta criatura pasador aquí, ¿y qué recibo a cambio? Las bestias me arañan y los hombres me arrancan las ramas por pura diversión. Esa es la forma como me agradecen los buenos servicios que doy.
Fueron entonces a preguntarle al camino que bordeaba aquellos campos.
- ¡Ah, no soy yo quien pueda opinar sobre semejante tema! – se quejó, luego de escuchar la historia -. Presto un gran servicio permitiendo que la gente y los animales puedan transitar de un pueblo a otro, y ellos me agradecen abriéndome dolorosos surcos en el cuerpo y tirándome encima sus desperdicios. De modo que no creo que exista en este mundo eso que llamas gratitud, anciano.
- ¿Lo ves? – preguntó el tigre con expresión triunfal -. No hay razón por la cual yo no pueda comerte.
- Espera – pidió el peregrino -. Aún falta una tercera opinión. Le preguntaremos a ese chacal que viene por aquí.
Así olieron y el chacal, luego d escuchar la historia muy atentamente, comentó un tanto confundido:
- Es una historia bastante enredada y no la entendí muy bien. Tú dices que estabas dentro de un pozo cuando pasó el tigre y …
- No – lo corrigió el tigre -. Fue exactamente al revés.
- Aaaah – dijo el chacal como si ahora tuviera el panorama mucho más claro, y siguió hablando como si las cosas le hubieran ocurrido a él -. Entonces, yo caí en el pozo y… Ay, no. No fui yo, ciertamente. Empecemos de nuevo. ¿Quién cayó en el pozo y quién lo ayudó?
- ¡Yo caí en el pozo! – bramó el tigre, exasperado por la lentitud del razonamiento del pequeño animal.
- Aaaaaaahhhh – asintió el chacal y pareció que por fin había entendido, pero preguntó, frunciendo el ceño:
- ¿Y por qué te caíste?
Harto ya de dar explicaciones, el tigre lo llevó hacia el pozo y le explicó con mucha claridad cómo le había sucedido semejante cosa.
- Mmmh – murmuró el chacal -, todavía no me queda muy claro. Venías caminando y …
- ¡Te lo demostraré! – rugió el tigre fuera de sí.
Y caminó directamente al pozo y se tiró en su interior.
- ¿Ahora has entendido por fin? – preguntó desde las profundidades.
- Sí, ahora entendí todo bien clarito – respondió el chacal mirándolo desde el borde.
- Bien, entonces ayúdame a salir de aquí, así terminamos con este asunto cuanto antes.
- Mmh… - dudó el otro -, no lo creo. Si he entendido bien – y creo que así es -, tú piensas que no debes corresponder a los buenos servicios que te prestan. De modo que, si tu único propósito al salir será devorarnos y no agradecer, no veo razón alguna por la que alguien deba ayudarte. Me pediste opinión y es esta. Ahora, creo que mejor te dejamos solo un rato, así podrás pensarlo tranquilo.
Y se sentó en un tronco a charlar animadamente con el hombre, mientras el tigre, en el pozo, ensayaba las mil y una formas de pedir perdón para que lo sacaran de allá.

Adaptación de una fábula India