domingo, junio 18, 2006

El Vendedor De Sombreros De Paja

A este no lo resumí porque me gustó tanto que quise dejarlo así, en su versión original...
(Basado en un cuento popular japonés)
En una pequeña choza de los alrededores de una aldea, cierta noche un matrimonio de ancianos se quejaba amargamente de su mala fortuna. Era un invierno muy crudo y las heladas habían arruinado los cultivos de su huerta.
- Pasaremos hambre y frío – se lamentaba el esposo.
- Quizá no debamos afligirnos tanto – lo consoló su esposa -. Aún me queda algo de paja con la que podré hacer unos sombreros para que los vendas en la aldea.
Aunque el anciano pensó que sería muy difícil que alguien los comprara, nada dijo. Habían vendido tantos sombreros de paja, que cada aldeano tenía uno para cada día de la semana. Pero su esposa había empezado la tarea con gran entusiasmo y, apenado, no quiso desalentarla.
La mujer trabajó dos días y dos noches sin cesar. A la mañana siguiente del tercer día tenía calambres en las manos y dolores en la espalda pero, finalmente, había terminado. Cinco sombreros de paja, bien hechos y resistentes, tenían ahora para vender. El hombre se calzó su propio y viejo sombrero y, despidiéndose de la esposa con un beso, se dirigió hacia el pueblo.
Recorrió sus calles de norte a sur y de este a oeste, voceando sin cesar: “¡Sombreros de paja! ¡Vendo sombreros de paja a muy buen precio!”.
Pero aunque pasaban las horas y se volvió ronco de tanto gritar, ni uno solo logró vender. Al caer la tarde, desalentado, se sentó en el banco de una plaza.
- Inútiles sombreros – dijo en voz alta -, nadie los quiere.
- A mí me vendrían muy bien – anunció una vocecita a sus espaldas -. ¿A cuánto los vendes?
El anciano giró la cabeza y descubrió a un pequeño tan pequeño, que apenas llegaba a la altura del banco.
- Depende – respondió el hombre, mientras observaba las vestimentas del niño, tan raídas y viejas como las que él mismo llevaba puestas. Lo miraba con ojos muy abiertos y tenía los cabellos empapados por la nieve que caía.
- ¿Cuánto puedes pagar?
- Espera, debo consultar a mis hermanos – dijo el pequeño y se zambulló entre unos arbustos.
A los pocos minutos reapareció, seguido por cinco chicos, cada uno dedillos más alto y de más edad que el que lo procedía en la hilera. El menor se acercó a él y extendió la mano, donde brillaba una única moneda.
- Es todo lo que tenemos. ¿Alcanza para comprar uno? – preguntó.
El anciano sonrió con tristeza. En muy poco lo ayudaría a él esa moneda pero, en cambio, muy útiles les serían a ellos los sombreros de paja.
- Guárdala – respondió -. Tú la necesitas más que yo. Y tomando sus sombreros, se los dio a los chicos. Con gran alegría se lo colocaron en la cabeza, pero pronto descubrieron un pequeño problema. Los sombreros eran cinco, y ellos, seis. Sin pensarlo dos veces, el anciano se sacó su propio sombrero y lo ofreció al más pequeño.
El mayor, entonces, se adelantó para decir:
- Desde que llegamos a esta aldea nadie, ni el más rico ni el más pobre, nos ha ofrecido siquiera una miga de pan duro. Pero tú, que tienes tan poco como nosotros, nos has dado hasta lo que no puedes dar.
Y haciéndole una graciosa reverencia, agregó:
- Vuelve a casa anciano. Tu mujer te espera con la cena.
El hombre los vio zambullirse entre los arbustos y emprendió el camino hacia su hogar. Ninguna cena lo esperaría a su regreso, pensó con tristeza. Pero al menos – se alegró – alguna utilidad habían tenido sus sombreros de paja. En cuanto abrió la puerta de la casa, profirió un grito. La mesa se hallaba servida con un banquete que ni en sus mejores sueños había visto. Carnes, pescados, pollos, verduras de todas las clases, pasteles, hogazas de pan, y frutas jugosas y maduras se hallaban dispuestos para quien quisiera comerlos.
Su esposa lo miró con el ceño fruncido y preguntó:
- Será mejor que me expliques de dónde sacaste el dinero para comprar todo esto.
El hombre, que no tenía la respuesta, sólo atinó a balbucear:
- De los sombreros de paja…
Mucho comieron esa noche, y la siguiente, y todos los días restantes de sus vidas. Y cada vez que la mujer preguntaba de dónde salía tanta abundancia, recibía la misma respuesta: de los sombreros de paja…
Nunca más supo el anciano de los seis hermanitos. Aunque, desde ese día, los aldeanos se preguntaban de dónde habrían salido esos duendecitos deceso que aparecieron entre los arbustos de la plaza, tan simpáticos y sonrientes con sus seis sombreros de paja.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

É um conto muito bonito!
Se todos nós fizessemos aos outros o que gostariamos que nos fizessem a nós, certamente teriamos muitas surpresas ao longo da vida...
Beijinhos

Desde el mas aca dijo...

Es hermoso niña!! me ha encantado el cuento, es muy lindo y emotivo!
Besos y abrazos. haber para cuando un cuento tuyo!!!

Natalia J. dijo...

es lindo!!! (pero los duendecitos me dan miedo... no sé porque :S)

saludos!

Caro dijo...

Silvia: Gracias por pasar siempre! Y es verdad, coincido con vos. Besos.
desde el mas aca: y bueno, si es a pedido del público, ya vendrá un cuento mío jajajaaj.... Besos y gracias por la buena onda de siempre.
Apo: a mi también!!! Creo que tienen mala fama... Besos y gracias por pasar.

Usagi dijo...

Hola Lady... Vine a decirle que estoy bien. Y he vuelto a mi querido castillo.
Saludos

Caro dijo...

Sir: Me alegro mucho que haya vuelto, la verdad pensé que iba a abandonarnos... Le prometo una pronta visita por su castillo. Gracias por pasar.

wallychoo dijo...

Que lindooooo...me encanto, muy buen blog. Saludos

Caro dijo...

wallyzz: Hey! Gracias por pasar. Besos.

Dosto dijo...

Que lindo Caro, me hacen acordar a los cuentos de mi abuela!! Tenia muchos, lamentablemente solo me acuerdo unos pocos...
Besotes!!

Caro dijo...

dosto: ahhhh que lindo! Qué bueno te traigan buenos recuerdos. Besotes.

Anónimo dijo...

Bonjorno, caroxp100.blogspot.com!
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Anónimo dijo...

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Unknown dijo...

Bello cuento!!!
Muy atinado a mi momento. Justo escribo sobre los sombreros de paja que usaban los paisanos cordobeses (Argentina).
Éxitos y salud!!!

Unknown dijo...

Wow! Recuerdo leer esto cuando estaba en el 6to grado y pir alguna razon hoy, viendo una imagen pensé en buscarla online. Que bueno es leerlo nuevamente!