jueves, junio 15, 2006

La Camisa Del Hombre Feliz

Aquella mañana el rey despertó en su habitación, miró a su alrededor y anunció:
- Hoy no tengo ganas de levantarme.
La noticia corrió rápida y una reunión urgente de ministros y consejeros fue convocada por la familia real. Juntos aguardaron muy ansiosos el dictamen de los médicos, que revisaron minuciosamente al monarca, buscando el origen del mal que le aquejaba.
- Sano y fuerte como un roble - diagnosticaron por unanimidad, y todos suspiraron aliviados.
Pero, al instante, sus ceños se fruncieron con honda preocupación: el rey seguía negándose a abandonar el lecho ¡y nunca, en todo su reinado, había sucedido tamaño acontecimiento! Era ese rey el más activo de todos los reyes que habían tenido en el reino. Si hasta su esposa e hijos se quejaban de que nunca tomaba vacaciones…
- Quizá sea eso - aventuró la reina -. Quizá le haya llegado el momento de descansar un poco.
Pero esa tarde no se levantó. Y tampoco al día siguiente. Ni el otro. Así pasó una semana. Como ningún médico podía curar al monarca de aquella extraña dolencia que le impedía abandonar su cama, fue convocado entonces un sabio famoso por curar males extraños y enfermedades que aún no tenían nombre.
El sabio revisó al rey de los pies a la cabeza y del derecho y del revés, y finalmente dictaminó: el rey está triste.
A esa declaración siguió un instante de silencio donde nadie supo que decir. ¿Triste?, se sorprendieron todos. No tenía ningún motivo para estarlo. No existían conflictos con los reinos vecinos, la economía iba bien y el rey se volvía más rico cada año que pasaba. Sus súbditos lo respetaban, su familia lo amaba y sus servidores eran leales. ¿Por qué habría el rey de estar triste?, le preguntaron al sabio.
- No sé por qué – respondió el sabio -, pero si sé cómo curarlo. Busquen al hombre más feliz del reino y pídanle la camisa. En cuanto el rey se ponga la camisa de ese hombre, olvidará su pena y volverá a ser como antes.
De inmediato fueron enviados emisarios por todo el reino buscando a un hombre feliz. Pero pasaron los días, y las semanas, y no encontraron a nadie. Aquel que era feliz con su familia, se quejaba de que no ganaba lo suficiente para mantenerla. El que era feliz con sus ganancias, se quejaba de la familia que le había tocado en suerte. Y el que era feliz con su familia y sus ganancias, consideraba que a su vida le faltaba algo más. No parecía existir en el reino ningún hombre que fuera complemente feliz con su existencia. Pero un atardecer, uno de los hijos del rey escuchó al pasar junto a un campo recién labrado: - ¡Ah, qué buena jornada ha sido la de hoy! He comido bien, he trabajado aun mejor y esta noche tendré con qué comprar la comida para mi familia. ¿Puede haber un hombre más feliz que yo?
Quien hablaba así era un campesino descalzo, con el torso desnudo y vestido con unos pantalones remendados. El príncipe, sin siquiera presentarse, le ordenó: - ¡Dame tu camisa!
El campesino, sorprendido por el pedido, contestó tímidamente:
- No…No tengo ninguna camisa para darte, mi señor.
- ¡No puedes negarte, pues la necesito para sanar a mi padre, tu rey! ¡Dame tu camisa!
- Nada me gustaría más que ayudar a mi rey, señor mío, pero vuelvo a repetirte que no tengo ninguna camisa para darte.
Y por más que el príncipe insistió y amenazó, no consiguió que obedeciera su orden. Fue entonces hasta la casa propia del campesino y pasó largo rato buscando en cada rincón, hasta que comprendió que el hombre decía la verdad. Todas las ropas que poseía en este mundo no eran más que esos pantalones remendados que llevaba puestos. Pues aquel campesino, el hombre más feliz del reino, era tan pobre que nunca había podido comprarse camisa alguna.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Olá!
Belo conto, só vem comprovar mais uma vez que dinheiro não trás felicidade, é preciso mais qualquer coisa na vida para se ser feliz...
Beijinhos

Caro dijo...

Hola! Coincido con lo que decís, gracias por pasar! Besos.

Usagi dijo...

Ja! me gusto... esta bueno... creo que eso pasa los que tienen muhco no vel todo lo que tienen...
Estoy aburrida.

Caro dijo...

Si, yo también estoy aburrida, los domingos son días difíciles para mi.

Desde el mas aca dijo...

Me ha encantado muchis9mo el cuento niña!!!!muchas gracias por postearlo!!! y los domingos son dias aburridos por naturaleza. Si quieren un domingo de estos arreglamos y nos juntamos a ver peliculas para que sean menos aburridos!!!! besos y abrazos ( eso si tiene que ser un domingo que no trabaje!!!)

Caro dijo...

Bueno, a mi me gustan las comedias y las de terror y/o suspenso. En verdad sé que son aburridos porque no hago nada más que quedarme en casa a renegar dela suerteque metocó. Besos y gracias!

Anónimo dijo...

me gusto mucho pero sigue ganando el de los arboles
besos

Caro dijo...

Fran: Bueno, ese te debe haber gustado por algo más personal tuyo... Besos y gracias por pasar por aquí.